¿Por qué los políticos deben evitar decir mentiras en sus discursos ante la sociedad? Porque pueden marcar la vida, para bien o mal, de los futuros yucatecos, campechanos, quintanarroenses y mexicanos en particular del oriente de Yucatán.
EL CRITICO RAY
Por Raymundo Martín Gomez
A los siete años de edad por primera vez escuché hablar a un político,
don Víctor Manzanilla Schaffer, durante un mitin realizado en el entonces
cinema "Peraza" (FOTO INCLUIDA DE LO QUE QUEDA), en mi pueblo natal
Dzilam González, Yuc., y eso me marcó para toda la vida al grado de que no sólo
aprendí algunas lecciones sino que afiancé mis propósitos de ser periodista
para buscar el bien común.
Parado entre la gente, escuchaba hablar a don Víctor en pro de la
gente, del progreso, del bienestar y de tantas cosas que todavía no entendía
muy bien pues como niño acudí porque los señores y gente más grande que yo
había entrado esa tarde al cinema, más por curiosidad que por otro motivo.
Al final el discurso. don Víctor recibió muchos aplausos y años después
lo escuché hablar otras veces pero no era precisamente un gran orador ni un
político con características especiales, aunque sabía el oficio de utilizar
bien la lengua incluso para decir mentiras porque el progreso prometido, el
bienestar, nunca llegó al grado de que algunos jóvenes años después por el
abandono del pueblo creamos la
Organización Cívica y Cultural "Dzilam González" con la cual logramos
la construcción de la carretera Temax-Dzilam González, la biblioteca pública y realizar
otras tareas deportivas que no hacían los ineptos alcaldes en turno.
¿De qué sirvió escuchar el discurso político de don Víctor Manzanilla
quien años después fue gobernador de Yucatán? De mucho. De no haber entrado al
cinema tal vez no me habría interesado gran cosa en los asuntos de interés público.
Mi padre, Sinforiano Martín (q.e.p.d.), decía que "la política es una
porquería" y muy sucia pero siempre estaba enterado de las noticias, las
leía en el periódico (no teníamos electricidad, agua ni otros servicios
básicos) y las comentaba con mis hermanos más grandes que yo.
Con el tiempo, ya en la ciudad de Mérida, a donde migré en busca de
aprender, trabajar, ser algo mejor en la vida, esa "experiencia
política" me sirvió para lograr mi objetivo de abrazar la carrera
periodística luego que don Evilacio Pereira Trujillo (q.e.p.d.), entonces
célebre corresponsal de EXCELSIOR al contestar mi pregunta de cómo ser un buen
periodista me sugirió tomar un taller del ramo durante un año con el maestro
Renán Irigoyen Rosado, tras lo cual intenté ingresar al Diario de Yucatán pero
no me aceptaron porque apenas tenía 16 años y en esa época ellos contrataban ex
seminaristas, profesores o abogados fallidos.
En la carrera periodística combinada con la política en pro de mi
Dzilam González hice política sin partido alguno y algo de activismo. Me
sugirieron ser candidato a alcalde porque era el mejor posicionado ante la
modorra de mis paisanos. Pero no acepté no sólo porque a los ocho años le
prometí a mi padre que iba a ser un periodista de bien, entre otras cosas, y
tendría que cumplirle, sino porque había comprobado las mentiras de políticos
como Carlos Loret de Mola, Francisco Luna Kan y sus demás colegas.
Tenía razón mi padre, recordaba, "la política es una
porquería"... pero hay que trabajar desde mi trinchera periodística, para
dignificarla aunque sea un poco, pensaba mientras veía el activismo de Víctor
Cervera Pacheco o de Carlos Sansores Pérez, políticos yucateco y campechano,
muy famosos en su momento.
Tampoco hay odio ni rencor hacia la prostituida política partidista
sino al contrario. Sigo creyendo que los políticos tienen el reto de
enaltecerla, reforzarla, mejorarla, los políticos. De allá parte nuestro afán
de análisis, comentarios, críticas y cuestionamientos a gobernadores y
políticos peninsulares, incluyendo a Carlos Joaquín, emanados de aquel día en
los años sesenta en mi amado pueblo natal. No mientan ni engañen al pueblo,
siempre les recomiendo.- Raymundo Martín Gómez, Chetumal, Q. Roo.
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