miércoles, julio 27, 2016

LOS MAYAS DE PUNTA LAGUNA



Con este título la Revista Pronatura, edición #7 del Otoño de 1999, publicó un trabajo sobre esta comunidad que se encuentra en un ejido de Valladolid, del Estado de Yucatán, pero que territorialmente está asentado en Quintana Roo. Es un Pueblo Maya que hoy, en el 2016, sufre la invasión cultural que se refleja desde los destinos turísticos como son Cancún y la Riviera Maya.

Han pasado casi 17 años de esta aportación y Punta Laguna, junto con Campamento Hidalgo, son punto obligado del arribo de turistas que si bien llegan para conocer de cerca parte de la cultura indígena Maya también provocan un desajuste cultural. Los pequeños ahora no sólo hablan maya sino que aprenden el inglés para poder comunicarse. Ya conocen el valor y la fortaleza del dólar.

De poco a poco van comercializando sus tradiciones y costumbres. Ya es común observar camionetas confortables estacionadas en sus pedregosas calles. Actualmente las ceremonias se realizan sin motivo alguno, tan solo para que el turista se lleve en fotografías o vídeo.

Pronatura lo anticipaba en su trabajo. Hoy vemos cómo se hace realidad.

Hace aproximadamente 50 años Don Nacho Canul salió de la población de Chemax al oriente de Yucatán buscando árboles adecuados para extraer el “chicle” y tierra buena para sembrar su milpa. Durante varios días cabalgó abriendo brecha en la selva hasta llegar a las orillas de una laguna de aguas azules y cristalinas. El terreno de su entorno era muy pedregoso y don Nacho la rodeó hasta llegar a “La Punta de la Laguna”. Allá había árboles altos y buena tierra, y además, era un lugar sagrado pues en el habían varios “cerros” que él identifico como los vestigios de las grandes casas edificadas por sus antepasados, los “Nohoch Tata”. No lejos de ahí encontró un Cenote de agua limpia y fresca.

Era un lugar especial. Había una gran cantidad de aves como el loro, el “kamul” o faisán, la chachalaca, el pavo de monte, el trogón y muchos más. Había mamíferos como el jabalí, el venado, el jaguar, el puma, el tepezcuintle, el saraguato y el mono araña. También sombra alta y agua buena. Don Nacho construyó su casa de huano y se puso a trabajar. Después de la primera cosecha y de constatar que el lugar era bueno para vivir, trajo a su familia.

Los hijos y los nietos de don Nacho nacieron y crecieron en la selva. Aprendieron a identificar cada cueva, cada árbol, cada hierba medicinal, cada trino y cada rumor. Rodearon la población con un círculo imaginario marcado por cuatro cruces de madera, uno en cada extremo, para custodiar el lugar, y cada vez que salieron a la selva depositaron una pequeña piedra como ofrenda para obtener la protección de los dioses en su camino.

Su vida transcurrió muy parecida a la de los señores que construyeron las grandes casas blancas junto a cuyas ruinas construyeron las suyas. Su actividad: levantarse antes del amanecer para trabajar su milpa, ahuyentar a los tejones y a los loros que comen el maíz; las mujeres ir a jalar agua del cenote para cocer el maíz, molerlo a mano para que, al regreso del marido, pueda fortalecerle las tortillas recién hechas y la bebida fresca, el pozole, hecho también de maíz.

Después de 50 años la forma de vida y tradiciones de la comunidad maya de punta laguna aún pertenece en gran medida. Las mujeres y los niños en un 80 por ciento solo hablan la lengua maya. Cada año siguen realizando la ceremonia del Chac’chaac para invocar al Dios Chaac que envíe la lluvia sobre sus milpas. En ella participaban todos los hombres de la comunidad y durante ella todas las actividades ordinarias cesan.

La ceremonia es presidida por un “h’men” o sacerdote quien dirige la construcción del altar con arcos formados con ramas de determinados árboles y realiza las invocaciones a los chaacs de las cuatro esquinas del cielo y de las cuatro esquinas de la nubes parta que envíen la lluvia. Durante ella se toma “balché”, bebida fermentada preparada a partir de la corteza del árbol del mismo nombre. Debajo del altar los niños imitan las voces de las ranas pidiendo la lluvia.

Con la primera cosecha del maíz realizan la ceremonia del “hana-col” para agradecer a los balames o guardianes de la milpa éste favor. Para ello requieren también la presencia del “h’men” para realizar los rezos correspondientes. La noche anterior se depositan en un horno subterráneo cavado en la milpa parte de los elotes obtenidos en la primera cosecha.

Con la otra parte se prepara el atole nuevo. Se depositan en lugares estratégicos de la milpa trece jícaras conteniendo el atole orientadas hacia el Este para los trece “balames” guardias, y una decimocuarta en un lugar especial para el gavilán o “kos”, a quien también se le agradece la buena cosecha por ser guardián de la milpa, pues es el depredador de los loros y los “cheles”, aves que se comen las mazorcas. Los elotes que se cocieron enterrados “pibinales” son repartidos entre las personas de la comunidad para compartir la cosecha.

Sus casas las fabrican todavía con el techo de hoja de palma, la cual cortan en la selva pero de una manera especial: no cortan la hoja del centro que es la que protege al nuevo brote del calor del sol; sólo cortan las hojas laterales, lo más lejos posible de la base para que el dolor no le llegue al nuevo brote y no se muera la planta.

Tanto en sus rituales como en sus prácticas cotidianas existe una estrecha relación con la naturaleza de la cual su cultura ha dependido durante siglos. Y la conservación es parte de esa cultura, guiada más por el sentido común que por la razón.

Actualmente la carretera pavimentada que va de la zona arqueológica de Cobá a Nuevo Xcan, Quintana Roo, atraviesa la comunidad. Por ella llegan los autobuses de turistas procedentes de la costa del Caribe que vienen buscando algo más, la frescura y tranquilidad de la selva y el atractivo que ofrece observar en su hábitat al mono araña.

La infraestructura turística del Caribe, la apertura de nuevas carreteras, el crecimiento de poblaciones cercanas y la búsqueda de nuevos destinos turísticos hacen que Punta Laguna y la cultura de sus habitantes se ven seriamente amenazados.

Durante los últimos años, además, los ciclos de la naturaleza han sufrido cambios que afectan los tiempos de siembra y cosecha; ésta durante años se ha perdido, lo cual trae pobreza, y la pobreza relega a la cultura a un segundo plano. Ahora los jóvenes se dedican poco a la milpa para comenzar a buscar trabajo en sitios como Tulum o Playa del Carmen.

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