miércoles, noviembre 02, 2016

Los espíritus de Dzilam González, los rezos y... los pibes en esta época



EL CRITICO RAY

Los espíritus de Dzilam González, los rezos y... los pibes en esta época


Raymundo Martín Gómez


En la oscuridad de los primeros minutos del nuevo día, del cementerio salían en procesión las ánimas rumbo al pueblo, llevando en sus manos una vela. Y mientras recorrían las calles, cada quien se quedaban en las casas donde habían vivido. En el altar debía haber agua, algo que en vida les gustaba comer...

Este era el inicio de los relatos que me hacía de niño don Sinforiano Martín Córdova, mi padre, para estas fechas de los Días de Muertos, y por eso, explicaba, a los que murieron siendo niños en el altar se les ponía panes en forma de juguetes, chocolate u otra bebida, mientras que a los adultos les incluían algún tipo de aguardiente, una botellita de anis, pues la cerveza no eran común en mi querido Dzilam González.



Al modesto altar de la familia con los santos como Nuestra Sra. de Fátima, la Santa Cruz y los Reyes Magos (FOTO INCLUIDA, PUES HASTA AHORA EXISTE), lo adornaban con flores amarillas y rojas propias de la región que provenían de la milpa, que se complementaban con las jícaras de atole, agua y los citados panes comprados desde la tarde anterior en la panadería de mi primo Bernardo Martín (q.e.p.d.).

Más que una tradición, una costumbre, un cuento, en Dzilam mis padres, hermanos y vecinos vivían estas épocas del año para recordar a nuestros difuntos, por ejemplo a los hermanos, a los abuelos, a los tíos, por lo cual se incluían rezos por parte de la mejor rezadora, mi tía-prima Antonia Molina Martín.


También se incluían la visita al cementerio (FOTO DE ARCHIVO Y ACTUAL), para llevar veladoras en las tumbas u osarios donde yacían los restos de nuestros difuntitos. Los niños le teníamos más que respeto pues los relatos de papá generaban incluso cierto miedo, algo de temor, maxime que en el pueblo no había electricidad ni alumbrado público y en la noche a ningún chamaco le daba gracia ir a comprar a la tienda de mi padrino Juan Avilés.

Pero lo mejor venía con los pibes. Desde días antes a los chamacos nos mandaba papá a excavar el hueco donde serían enterrados, Otro de mis hermanos recibía la comisión de cortar madera verde para usarla el día indicado, Uno más cortaba las hojas de plátano. Otro se encargaba de los detalles.

Llegado el día, como hoy, papa Sinforiano se ponía a dirigir a mis hermanas que encabezadas por mi madre María Agustina preparaban grandes y medianos pibes con la masa y todo crudo adentro; la carne de gallina, de pavo, de cerdo, el tomate, la cebolla... Todo tenía que cocerse bajo tierra.

Terminada la preparación de los pibes era todo un arte enterrarlo en el hueco ardiente donde previamente se quemó la leña verde, se colocaban piedras como base, encima unas pencas de henequén. Colocados los pibes, se ponía una variedad de follaje, luego unos costales de sosquil y encima la tierra, coronada por una cruz para que se cocinaran bien.

Por la tarde cuando papá Sinforiano daba la orden había que sacar los calientes pibes para colocar los primeros en el altar, para las ánimas. Luego, de otros pibes cortaban los trozos que nos tocaba a cada uno y con chocolate caliente disfrutábamos esa delicia. Era uno de los pocos días del año en que yo mejor comía

Papá, mamá y todos en la familia siempre le tuvimos respeto a los difuntitos al grado de que desde siempre, cuando viajo al pueblo, lo primero que hago es visitar el cementerio para encenderles una veladora en el osario de mis padres, en las tumbas de mis dos hermanas, Porfiria y Donatila, que nos adelantaron en los últimos años. Y hacer una oración por todos ellos. Más que una tradición, es parte de una cultura, porque aprendí que la materia desaparece pero el espíritu no, está en todas partes.

Sirva este relato para rendirle honores a mis padres, hermanos, abuelos, tíos, primos y demás familiares que se nos adelantaron en el camino. Y no perdamos la costumbre de al menos rezar por el descanso de su alma en el seno del Señor a donde, ¿todos iremos?, algo que es polémico para algunos.- Raymundo Martín Gómez, Chetumal, Q. Roo

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